De seguro parecerá extraño el nombre de este artículo pero es
lo que espero aclarar con el siguiente análisis desde el punto de vista orgánico
y emocional.
El tema surge de un evento que en principio parecía algo tan normal
como la reciente entrega de los premios Oscar 2019, donde en la categoría mejor
documental la estatuilla fue entregada al filme Free Solo, que muestra hazañas que, ante los
ojos de un humano común, rayan en la locura. Se trata de las excursiones de Alex Honnold, destacado escalador
estadounidense de grandes paredes montañosas en el estilo solitario libre, es
decir, sin protección de cuerdas ni sujetadores, que lo hacen depender solo de
sus propias capacidades, con las cuales ha conquistado los más grandes montes, incluyendo
El Capitán, del Parque Nacional Yosemite, en Estados Unidos.
Para conocer sobre el funcionamiento del
cerebro de Alex, se le efectuó una resonancia magnética que concluyó que su
cerebro es normal y, lo más destacado, que su amígdala cerebral no presenta activación
dentro de los rangos normales, por lo que requiere niveles muy superiores de
estímulos para reaccionar. Es decir, el miedo no se activa normalmente en el
cerebro de Alex como ocurre en el resto de las personas.
El Capitán, Parque Nacional Yosemite, Estados Unidos
Pero, seguramente, no es solo el bloqueo del
miedo lo que impulsa a Alex a sus aventuras extremas, sino, también se sumaría
a ello el placer que sienten los deportistas extremos al activar los mecanismos
biológicos liberadores de endorfinas que generan las situaciones de placer,
los que ahora revisaremos.
La Amígdala Cerebral
La amígdala cerebral, órgano con forma de
almendra (su nombre deriva de la palabra griega “almendra”), es uno de los componentes
del sistema límbico o mesencéfalo, que
es el centro donde se activan las emociones (placer, miedo, agresividad), la
memoria de largo plazo, las experiencias negativas, instintos sexuales,
emociones, personalidad y la conducta.
El funcionamiento de la amígdala
equivale a lo que sería un botón de pánico, una alarma de incendio o un
detector de humo. Está programada para detectar una amenaza y activar el
organismo para afrontar de la mejor manera las condiciones adversas, es decir,
es la que pone en marcha nuestro sistema de defensa biológico. Así, es el
interruptor que enciende el sistema nervioso autónomo Simpático que predispone
el cuerpo para pelear o huir, provocando un estado de estrés del organismo que,
mediante la activación del sistema endocrino, libera endorfinas que direccionan
la energía hacia los músculos, elevando el ritmo cardíaco, la presión arterial
y la frecuencia respiratoria, inhabilitando al mismo tiempo procesos
metabólicos como la digestión, la reproducción, el crecimiento y la inmunidad.
La amígdala cuenta con la
capacidad de aprendizaje emocional que le permite readecuar los niveles de reacción
ante estímulos específicos y su percepción del miedo, en un esquema de
recalibración y memoria posible de lograr mediante entrenamiento sistemático,
como en el caso de Alex, o aplicando terapias específicas.
Endorfinas
En situaciones de estrés,
nuestro sistema de defensa no solo pone en alerta al organismo sino que también
lo estimula y tonifica para pasar a la acción mediante la generación de
endorfinas, asociadas a la noradrenalina y adrenalina, que activan los músculos
y órganos requeridos para enfrentar la adversidad, permitiendo efectuar grandes
esfuerzos y superar los traumas. Cuando el flujo de endorfinas es adecuado al
requerimiento, en cantidad y tiempo, se habla de estrés positivo (Eustrés),
pero cuando tal situación excede las posibilidades y permanece en el tiempo
alterando el equilibrio emocional, hablamos de estrés negativo (Distrés).
En el estrés positivo las
endorfinas permiten abstraerse de los traumas y hacer frente a la urgencia neutralizando
el dolor, alcanzando estados de euforia que permiten superar los límites
ordinarios, en resguardo de la vida, siendo, al mismo tiempo, una actividad
emocionalmente adictiva. Es decir, no es necesariamente una fuerza o un vigor excepcional
lo que determina la condición superior de un deportista extremo, sino los estados
emocionales que potencian su biología.
Deportes extremos
El mecanismo de defensa
del organismo mediante sucesivos episodios de Miedo → Estrés → Endorfinas → Euforia es el que
permitiría a los deportistas extremos alcanzar sus proezas en experiencias que
siempre estarán buscando superar sus propios registros, para alcanzar los
estados de excitación que gatilla todo el proceso. Cuando la amígdala requiere
niveles más altos de excitación, como en el caso de Alex Honnold, las
exigencias y riesgos a asumir son también más altos.
La aplicación de este
mecanismo de creciente exigencia es el responsable de grandes logros, como
también de grandes tragedias de sus protagonistas, no solo durante su vida
deportiva, sino, también, cuando superada esa etapa, la necesidad de revivir
esos estados emocionales les lleve a buscar un sustituto a esas emociones en
otras actividades que no son de su pleno dominio o, en el peor de los casos, a
sumirlos en depresiones extremas cuando el estrés permanece sin poder
apaciguarlo.
Considerando a los grandes
deportistas que han muerto durante el desarrollo de deportes de alto riesgo (Ayrton Senna - automovilismo, Dean Potter - salto base, Caleb Moore - moto nieve, Sarah Burke - esquí, Sion Milosy - suf) y otros tantos que
han resultado heridos (Gustavo "Guga"
Ortiz - mountainbike) viviendo al límite su adrenalina, se suman
también otros casos que llevan a meditar sobre este proceso por sus posteriores
efectos, como el de Mike Tyson, el campeón
mundial de boxeo más rico del mundo que al final de su carrera fue condenado a
6 años de prisión por violación y terminó arruinado, el apneísta Jacques Mayol que superó todos los
límites humanos al bucear a 105 metros de profundidad a pulmón libre y que tras
la depresión de su retiro terminó ahorcándose, Patrick Edlinger, deprimido y consumido por el alcohol desde el
momento en que se alejó de los acantilados y tantos otros, llevan a sopesar el impacto
emocional de los mecanismos del estrés en el desarrollo de la vida deportiva en
busca de opciones que preparen a estos eximios deportistas para una vida de
calma, al concluir sus carreras.
¿Solo en el deporte?
Pero hasta aquí nos hemos
referido solo a personas que desarrollan actividades deportivas por lo que resulta
válido preguntarnos ¿qué pasa en otros ámbitos de la sociedad, en personas de
otras actividades y de otro nivel de recursos y valores?.
El mismo proceso de
activación de los mecanismos del miedo, el estrés, las endorfinas y la euforia podría
lograrse realizando otras actividades que por su naturaleza están asociadas con
el riesgo, como lo es ir en contra de lo establecido, de los sistemas sociales,
contra el orden y seguridad y, por qué no, lamentablemente, también con el
delito.
No es de extrañar entonces
que quién está familiarizado con el delito, aparte de exponerse a bajas penas e
incluso con una alta probabilidad de quedar impune, activa durante sus andanzas
los mecanismos del estrés que en definitiva le brindan euforia, en una
actividad que escala gradualmente en busca de nuevas sensaciones que le brinden
placer, el placer del delito.
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