13 mar 2019

¿EL PLACER DEL DELITO?

De seguro parecerá extraño el nombre de este artículo pero es lo que espero aclarar con el siguiente análisis desde el punto de vista orgánico y emocional.

El tema surge de un evento que en principio parecía algo tan normal como la reciente entrega de los premios Oscar 2019, donde en la categoría mejor documental la estatuilla fue entregada al filme Free Solo, que muestra hazañas que, ante los ojos de un humano común, rayan en la locura. Se trata de las excursiones de Alex Honnold, destacado escalador estadounidense de grandes paredes montañosas en el estilo solitario libre, es decir, sin protección de cuerdas ni sujetadores, que lo hacen depender solo de sus propias capacidades, con las cuales ha conquistado los más grandes montes, incluyendo El Capitán, del Parque Nacional Yosemite, en Estados Unidos.

Para conocer sobre el funcionamiento del cerebro de Alex, se le efectuó una resonancia magnética que concluyó que su cerebro es normal y, lo más destacado, que su amígdala cerebral no presenta activación dentro de los rangos normales, por lo que requiere niveles muy superiores de estímulos para reaccionar. Es decir, el miedo no se activa normalmente en el cerebro de Alex como ocurre en el resto de las personas.

El Capitán, Parque Nacional Yosemite, Estados Unidos
 

Pero, seguramente, no es solo el bloqueo del miedo lo que impulsa a Alex a sus aventuras extremas, sino, también se sumaría a ello el placer que sienten los deportistas extremos al activar los mecanismos biológicos liberadores de endorfinas que generan las situaciones de placer, los que ahora revisaremos.

La Amígdala Cerebral

La amígdala cerebral, órgano con forma de almendra (su nombre deriva de la palabra griega “almendra”), es uno de los componentes del sistema límbico o mesencéfalo, que es el centro donde se activan las emociones (placer, miedo, agresividad), la memoria de largo plazo, las experiencias negativas, instintos sexuales, emociones, personalidad y la conducta. 
El funcionamiento de la amígdala equivale a lo que sería un botón de pánico, una alarma de incendio o un detector de humo. Está programada para detectar una amenaza y activar el organismo para afrontar de la mejor manera las condiciones adversas, es decir, es la que pone en marcha nuestro sistema de defensa biológico. Así, es el interruptor que enciende el sistema nervioso autónomo Simpático que predispone el cuerpo para pelear o huir, provocando un estado de estrés del organismo que, mediante la activación del sistema endocrino, libera endorfinas que direccionan la energía hacia los músculos, elevando el ritmo cardíaco, la presión arterial y la frecuencia respiratoria, inhabilitando al mismo tiempo procesos metabólicos como la digestión, la reproducción, el crecimiento y la inmunidad.

La amígdala cuenta con la capacidad de aprendizaje emocional que le permite readecuar los niveles de reacción ante estímulos específicos y su percepción del miedo, en un esquema de recalibración y memoria posible de lograr mediante entrenamiento sistemático, como en el caso de Alex, o aplicando terapias específicas.

Endorfinas

En situaciones de estrés, nuestro sistema de defensa no solo pone en alerta al organismo sino que también lo estimula y tonifica para pasar a la acción mediante la generación de endorfinas, asociadas a la noradrenalina y adrenalina, que activan los músculos y órganos requeridos para enfrentar la adversidad, permitiendo efectuar grandes esfuerzos y superar los traumas. Cuando el flujo de endorfinas es adecuado al requerimiento, en cantidad y tiempo, se habla de estrés positivo (Eustrés), pero cuando tal situación excede las posibilidades y permanece en el tiempo alterando el equilibrio emocional, hablamos de estrés negativo (Distrés).

En el estrés positivo las endorfinas permiten abstraerse de los traumas y hacer frente a la urgencia neutralizando el dolor, alcanzando estados de euforia que permiten superar los límites ordinarios, en resguardo de la vida, siendo, al mismo tiempo, una actividad emocionalmente adictiva. Es decir, no es necesariamente una fuerza o un vigor excepcional lo que determina la condición superior de un deportista extremo, sino los estados emocionales que potencian su biología.

Deportes extremos

El mecanismo de defensa del organismo mediante sucesivos episodios de Miedo  Estrés → Endorfinas → Euforia es el que permitiría a los deportistas extremos alcanzar sus proezas en experiencias que siempre estarán buscando superar sus propios registros, para alcanzar los estados de excitación que gatilla todo el proceso. Cuando la amígdala requiere niveles más altos de excitación, como en el caso de Alex Honnold, las exigencias y riesgos a asumir son también más altos.

La aplicación de este mecanismo de creciente exigencia es el responsable de grandes logros, como también de grandes tragedias de sus protagonistas, no solo durante su vida deportiva, sino, también, cuando superada esa etapa, la necesidad de revivir esos estados emocionales les lleve a buscar un sustituto a esas emociones en otras actividades que no son de su pleno dominio o, en el peor de los casos, a sumirlos en depresiones extremas cuando el estrés permanece sin poder apaciguarlo.

Considerando a los grandes deportistas que han muerto durante el desarrollo de deportes de alto riesgo (Ayrton Senna - automovilismo, Dean Potter - salto base, Caleb Moore - moto nieve, Sarah Burke - esquí, Sion Milosy - suf) y otros tantos que han resultado heridos (Gustavo "Guga" Ortiz - mountainbike) viviendo al límite su adrenalina, se suman también otros casos que llevan a meditar sobre este proceso por sus posteriores efectos, como el de Mike Tyson, el campeón mundial de boxeo más rico del mundo que al final de su carrera fue condenado a 6 años de prisión por violación y terminó arruinado, el apneísta Jacques Mayol que superó todos los límites humanos al bucear a 105 metros de profundidad a pulmón libre y que tras la depresión de su retiro terminó ahorcándose, Patrick Edlinger, deprimido y consumido por el alcohol desde el momento en que se alejó de los acantilados y tantos otros, llevan a sopesar el impacto emocional de los mecanismos del estrés en el desarrollo de la vida deportiva en busca de opciones que preparen a estos eximios deportistas para una vida de calma, al concluir sus carreras.

¿Solo en el deporte?

Pero hasta aquí nos hemos referido solo a personas que desarrollan actividades deportivas por lo que resulta válido preguntarnos ¿qué pasa en otros ámbitos de la sociedad, en personas de otras actividades y de otro nivel de recursos y valores?.

El mismo proceso de activación de los mecanismos del miedo, el estrés, las endorfinas y la euforia podría lograrse realizando otras actividades que por su naturaleza están asociadas con el riesgo, como lo es ir en contra de lo establecido, de los sistemas sociales, contra el orden y seguridad y, por qué no, lamentablemente, también con el delito.

No es de extrañar entonces que quién está familiarizado con el delito, aparte de exponerse a bajas penas e incluso con una alta probabilidad de quedar impune, activa durante sus andanzas los mecanismos del estrés que en definitiva le brindan euforia, en una actividad que escala gradualmente en busca de nuevas sensaciones que le brinden placer, el placer del delito.

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